Pero la marca Maradona ha ratificado su vigente potencia. Y su capacidad para modificar la agenda periodística por mera portación de apellido. Desde que Diego arregló con Gimnasia, Boca y River fueron dejados de lado y la mirada se centró en un equipo que está último en las tablas de posiciones y de promedios. Que no mueve las métricas periodísticas. Y que era un gran candidato a perder la categoría en marzo de 2020. Pero que será dirigido de ahora en más por el único mito viviente que le queda a la Argentina. El hombre más amado de un país que a veces parece no querer a nadie.
Tal vez por eso, el retorno de Maradona se celebra tanto en las añosas tribunas de la vieja cancha de Gimnasia, como en las confortables oficinas de Puerto Madero desde donde se conduce la Superliga. Debe haber descorchado champan francés Marcelo Elizondo, el CEO de la empresa que rige los destinos deportivos y comerciales del torneo de Primera A. Resignado a dos meses de ingrato ostracismo, de pronto se encuentra al frente de un producto cuya visibilidad estaba amenazada, que pasa a interesarle a muchos, dentro y fuera del país. Y que, por la sola presencia de Diego, puede provocar muchos más negocios de los que venía provocando hasta aquí.
Desde ahora, y vaya a saberse hasta cuando, si lo acompañan los resultados o no, acaso todo lo que haga o diga Maradona será tan o más importante que las evoluciones de River y Boca camino a la Copa Libertadores y lo que hagan San Lorenzo, Racing, Independiente y el resto de los equipos en cada jornada de la Superliga. Y se debatirá en voz alta en los programas del mediodía, la noche y la medianoche y hasta en los espacios chimenteros del espectáculo.